miércoles, 9 de abril de 2014

UNA GOTA


Una gota cae en esa acera. Junto a la gota quedan cascabillos. Es tarde-mañana-medio día. La gota crece y apenas se percibe. La gente corre y los gritos no son audibles porque hay demasiado ruido. La capital de Guatemala es el ruido y el ruido extirpa los gritos de las niñas que corren.

Junto a la gota viene otra gota luego de otra gota y otra gota. Entonces la alerta. Por teléfono alguien llama a los bomberos, otros llaman a la policía. Alguien dice ver dos hombres, otro dice ver solamente uno.  La señora dice que el hombre las hinco.  Retintinea la campana del heladero que  vigila la masacre. Las gotas van creciendo, brotan de una cabeza pequeña. La banqueta se mancha de un rojo que de inmediato se oscurece.

El sicario huyó en la moto. Bajó, subió... nadie sabe nada. El “Yo sólo vi que venía”, el “Yo sólo vi que saco el cuete”, el “Yo sólo le dije a mi hija agachate”, el “Yo sólo me cambié a la banqueta de enfrente”. Entonces revienta el escalofrío de las ambulancias entrando a contravía. Patrullas que cierran el paso de la calle y de la avenida. Ellos sólo encuentran gotas, que ahora son cientos, que son miles, que bajan de la acera y caen sobre el asfalto; en ese asfalto que será cubierto de aserrín dentro de un par de semanas y en ese asfalto donde los penitentes cargaran enormes andas con la imagen de un cristo empapado también por gotas, pero inmóviles porque éstas nunca llegaran a la acera para cambiar de color.


Las nubes condensan la suciedad del clima. Hace calor. Los bomberos se llevan el cuerpo de dos niñas del Instituto Nacional Centro América. Las gotas se han derramado, los peritos levantan los cascabillos, interrogan a las personas, los noticieros hacen su trabajo y el camarógrafo proyecta su mirada en las miradas de espanto de quienes halla enfrente. Gotas transparentes llenan la acera y la gente alrededor está enardecida. “Matar a esos malditos, matar a esos malditos, ¿Dónde está la mano dura señor presidente? Mate a esos malditos que le hicieron esto a estas niñas, somos gente humilde, somos gente, somos gente...


La voz alcanza la pólvora. Indignación de los funcionarios. Indignación del ciudadano común. Indignación del columnista. Indignación del que estuvo y del que no vio nada. Las gotas con los días se van secando. Cierran preventivamente el instituto. La gente tiene miedo, pero ante el miedo surge una excusa: las muchachas pobres siempre tienen novios maleantes, la violencia las busca, la violencia las alcanza, la violencia las hinca, la violencia les dispara.

No hay comentarios: