miércoles, 20 de marzo de 2013

ACUERDO DE OLVIDO (EDUCAR PARA EL OLVIDO)


¿Es posible una educación sin historia? ¿Es posible una educación sin interrogantes? ¿Puede existir una educación de páginas en blanco? ¿Una educación hinchada a partir de la competitividad y del emprendedurismo? 

Acaso el argumento más temible y silenciado sea el de Educar para…, pero es algo que puede verse de distintas ópticas. Veamos.

Educar para sobrevivir: aprender para asegurarse un futuro “profesional”, un futuro sin hambre, un futuro digamos próspero. Un profesionista que busca  insertarse en el mercado laboral y ofrecer su conocimiento como producto al servicio del enorme engranaje social. El pacto entre padres, alumnos y educadores parece coincidir en casi todos los puntos: no importa la calidad de los contenidos ni de los maestros que los darán… lo importante es sacar el cartón, el resto se aprende en el camino.
Educar para la continuidad: este tipo de criterio educativo es el más conservador. Aprender los “valores” impuestos a partir de la religión o de la ideología como una manera de preservar la cultura y los valores hegemónicos. Ese conductismo en el que no caben los matices y en el cual las ideas liberales pueden ser tergiversadas o manipuladas inquisitorialmente. Es increíble que en pleno siglo XXI tales cátedras sean vigentes y populares entre los sectores aspiracionales y posicionados de nuestra sociedad.

Educar hacia el pensamiento crítico: aquí la piedra de choque. Educar para pensar. El magisterio es un ejercicio de argumentos y discusiones. Levantar el pensamiento crítico en una sociedad conservadora y mediocre es acaso la forma más temida que cobran las transformaciones sociales. Aprender y pensar. Aprender y devolvernos la memoria. Aprender y hacer magisterio. 

Ni el paternalismo estatal ni la quema de unos cuantos escritorios ni la imposición de un pénsum que sigue siendo lo mismo pero durante más años, son algo viable. Mi pregunta es: ¿Qué tipo de educación queremos para las generaciones venideras?: ¿La del ganapán ignorante? ¿La del intolerante adocenado por certezas medievales? ¿O la de los ciudadanos de una sociedad abierta?